jueves, 7 de agosto de 2008

Bubisher: un bibliobús como cabeza de playa



En la vorágine de más y más adhesiones y colaboraciones ofrecidas al Bubisher, nos recuerda un buen amigo del pueblo saharaui, desde Vitoria, que el vehículo ha sido acondicionado por la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Vitoria, y muy especialmente Miguel Barrio. Sin ellos no sería posible estar hablando ya del momento en el que el Bubisher comience a rodar por los campamentos. Y tampoco es posible olvidar a Txomin Aurrekoetxea, que consiguió la reunión con el Lehendakari para que este donara el bus al pueblo saharaui. Ni la demostración de tantas cosas ni el desmentido de tantas otras cuando el propio lehendakari anunció con orgullo que de esta manera quería contribuir a la enseñanza de una de las lenguas del País Vasco en el Sáhara… Sin duda, el Bubisher es el fruto de muchos corazones y un solo latido.

Por cierto, Conxi y Bahía nos mandan en transcripción fonética esta pequeña poesía popular sobre el pájaro de la suerte…

Bubisher ibesherna

wibesrak bilher.

Es decir:

Bubihser que Dios nos dé las buenas noticias.

En el inolvidable corto de Silvia Munt, Layla, la niña soñaba con que las colinas que rodean los campamentos ocultaban el mar: detrás de ellas, para Layla, estaba la playa. Y no estaba. Pero los campamentos de refugiados de Tinduf son una playa en la que varó hace 32 años todo un pueblo. Un pueblo magnífico, hermoso, sobrio, generoso y fuerte: los saharauis, auténticos “hilaliyin”, gigantes de la media luna. Para ellos, aun aceptando su histórica dicotomía entre hombres del fusil y hombres del libro, la cultura es un valor más sólido que ninguno: El Tolba, El Maami, toda su tradición poética en hasanía lo atestiguan desde entonces hasta nuestros días, en los que la tradición hasánica convive con el nuevo impulso de la poesía en castellano que se materializa en los jóvenes de la Generación de la Amistad.

Viene todo esto a cuenta de la duda, más que razonable, de algunos comunicantes de todas partes, que nos dicen si no hay necesidades más urgentes para los saharauis que los libros. Claro que las hay: el agua, el pan, el martilleo sobre la memoria de la ONU para que no los abandone del todo, para que no los acabe de traicionar. Pero ambas cosas, ayuda humanitaria y política, tienen sus propios cauces. Y, zapatero a tus zapatos (nunca mejor dicho), un grupo de gente que entiende el valor de la cultura creemos que sea cual sea el destino físico del pueblo saharaui, este sólo sobrevivirá si conserva su amor por la cultura, su alma beduina, su identidad tan peculiar en la que la lengua española le da fondo, raíz, personalidad única e inimitable.

Por eso decidimos hace años llevar hasta allí lo que mejor conocemos: cultura, lectura, pensamiento. Y dejamos que los que saben y deben llevar otras cosas lo hagan. Recuerdo que ni el Instituto Cervantes, ni el Ministerio de Educación, ni la Biblioteca Nacional, nadie en el estado español, aportó jamás ni siquiera los libros necesarios para que sus 50.000 niños sigan estudiando la lengua española, y conservando por tanto la llama de esa personalidad única.

El Bubisher (aclaro para que quien caiga aquí por primera vez que el Bubisher es el pájaro que trae la suerte, en la tradición saharaui), nace para llevar libros hasta las escuelas, para modernizar en ese aspecto la educación en las “madrasas”, en la convicción sobradamente experimentada aquí de que la lectura conduce hacia el deseo de estudiar y mejorar. Pero también quiere ser un vehículo de acercamiento entre aquel pueblo varado en su no-playa y nuestra sociedad de la abundancia y el despilfarro.

Sí, buscamos a toda la gente generosa de nuestro país, de nuestros países, que quiera desembarcar allí, rodeado de libros, para aportar cada uno lo que sepa y lo que pueda. Me escribía ayer un joven de 22 años sin carrera aún, deseoso de viajar en el Bubisher, pero coartado por el nivel de otros voluntarios que desde esta página anuncian su mismo deseo con un título de bibliotecario en la cartera. Pero esa no es toda la verdad, ni un título es billete para nada: lo único que se le requiere a un voluntario del Bubisher es amor por los niños y amor por la literatura: capacidad de contagio y entusiasmo, capacidad para trabajar y para organizar. Siempre soñamos (recuerdo las primeras conversaciones con Limam en una jaima, en Miyic) con que hubiera saharauis destacando en la literatura escrita en castellano, y ahí está la Generación de la Amistad dictando conferencias en Europa, en las universidades norteamericanas. Soñamos también con directores de cine, y ya hay proyectos muy serios al respecto. Y pintores, y traductores, y pensadores también. Pero nada de eso será sólido si no llegan nuevas generaciones que quieran ocupar su lugar reivindicando la cultura mestiza saharaui. Y eso empieza por la escuela.

Por eso queremos gente que use el Bubisher como cabeza de playa: que lleve libros, pero que lleve sobre todo entusiasmo y capacidad creativa, gente que reactive, que siembre, que fecunde. Y para eso bastan las ganas, la voluntad, la generosidad.

Las tuyas, por ejemplo.


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