Recogemos un artículo que acaba de aparecer en el periódico local de Cangas de Onís, La Jueya.
Los espacios de arena que anegan El África abrasan el aire invitándolo, también a él, a conseguir las tierras de Europa. Es el siroco que, una vez aquí, se vuelve húmedo y frío provocando desasosiego entre daquienes...como si las diferencias de presión lograsen ir más allá de lo atmosférico, levantando algún modo de mala conciencia sobre las capitales europeas del bienestar.
En las relaciones familiares que se dan a ambos lados del Mar, también hay diferencia de potenciales, aunque no siempre a nuestro favor: la penuria de los campos en Tinduf no fue tan eficaz en hurtarles el tiempo a las generaciones. El hombre bebe con el brazo puesto sobre el corazón del rapaz, limpios y tranquilos ambos sobre la arena.
Al atardecer, si deja de pesar el cielo y hay salud, una vida sin cuartos de hora ve cómo se abren en su derredor algunas ocasiones. Los fotógrafos occidentales, hambrientos de ser, recogen su luz como migajas.
Gonzalo Barrena.
1 comentarios:
Bonita reflexión, Gonzalo.
Otro.
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