martes, 29 de septiembre de 2009

CRONICAS DE SMARA. PRIMERA.


20 de septiembre

Después de un viaje interminable, pero lleno de momentos divertidos que nos ayudaron a olvidar los problemas, por fin, llegamos a Smara. Primera parada en Protocolo. Serían las cuatro de la madrugada. Estaba cerrado. El conductor del autobús saltó la valla, y llamó y llamó, pero ni por esas. Se supone que nos tenían que estar esperando, pero allí no apareció nadie. El autobús se puso de nuevo en marcha. Unos minutos después, desorientados y muertos de cansancio, fuimos alojados en la Jaima de una familia de la que no llegamos ni a ver sus rostros, el cansancio nos estaba llevando de la mano hasta un sueño profundo…

La primera imagen que guardamos en nuestras retinas es la de un grupo de guajes (como dirían las asturianas) en la puerta, a contraluz. En cuanto “el escriba”, conocido por todos como Eldeyar, se incorporó, una cascada de risas rompió el silencio e inmediatamente se produjo una espantada general que a penas duró unos segundos. Allí estaban de nuevo todos, mirando y riendo. Uno de ellos, ojos de carbón y mirada directa, hasta le tocó la cara y el pelo…

Después del primer pis en placa turca, de saludos y agradecimientos a la familia por su hospitalidad, salimos hacia el mercado. Y, de pronto, la silueta del Bubisher se dibujó a lo lejos ¡Por fin! Su inconfundible fisonomía se sumó a las pinceladas de color que los propios saharauis, ataviados con sus mejores galas para celebrar el final del Ramadán, dibujaron en el monocromático sepia del paisaje. Larosi, quien desde ese momento se convertiría en nuestro ángel de la guarda, nos ayudó a cargar todo el equipaje (nueve bultos entre cajas y maletas, más mochilas con cámaras fotográficas ) y nos llevó a Protocolo, lo más parecido a un hotel que puedas encontrar en Smara.

Inmediatamente nos pusimos manos a la obra, Empieza el recuento del fondo bibliográfico con la ayuda de Daryalha, que ya nos estaba esperando con su sonrisa inconfundible y con todo el entusiasmo puesto en un trabajo que, desde el primer momento, fue de verdadero equipo bien sincronizado. Poco después se incorporó Memona, tan dulce como segura de si misma, tan frágil como fuerte. Tan pequeña, pero tan grande.

A eso de las dos tuvimos que parar porque el calor era insoportable. Nos duchamos con un hilo de agua bendita, y Larosi nos llevó a comer a casa de un buen amigo suyo, una Jaima fresquita y llena de gente guapísima en la que por por primera vez, Inés, Palma y yo asistimos a la ceremonia del té. Las horas pasaron sin velocidad, entre charlas y risas. La comida consistió en un plato de hígado y una gran fuente de patatas fritas y carne… de camello.

-Gonzalo, esto sabe a arena.

-Comen arena, viven en la arena, mueren en ella… ¿a qué quieres que sepa?

-Pero… ¡Que me estoy comiendo a Caramelo!

Volvimos a Protocolo y después de una siestecita seguida de una ojeada a los documentos del proyecto del mar con Memona y con Daryalha, nos trasladamos a la Jaima que tendrán a partir de ahora los voluntarios.

Seguimos hablando, tomando té y planificando la semana en casa de Daryalha, donde nos invitaron a cenar y donde nos quedamos a dormir viendo las estrellas…

Puede que el suelo de Smara sea uno de los más duros de la Tierra, pero su techo es tan impresionante, tan espléndido que te hace pensar que no hay lugar más hermoso en el mundo.

El cielo del Sáhara te castiga de día, pero te regala de noche.

Sofía.

2 comentarios:

Carminera dijo...

Espero que vuestro viaje sea placentero además de fructífero. Ya veo que de momento el cielo del Sáhara y sus habitantes os recibieron como cabía esperar. Suerte a tod@s. Desde aquí os envío toda mi energía.

Anónimo dijo...

Leyendo esa crónica de Sofía que es preciosa, se me ocurre que todos los voluntarios que han pasado o pasarán por el bubisher puedan dejar escrito sus impresiones, consejos, sugerencias y con todo ese material (y si es posible) editar un libro, sería fantástico.
Saludos,
Limam